La única manera de superar al maestro es empezar siendo bueno y terminar siendo un mal alumno.
Como dice el proverbio: "el necio es sabio en su propia opinión". De la misma manera, no es el maestro el que elige este lugar, sino que es el discípulo el que eleva a aquél a dicha categoría. Es una elevación con sentimientos ambivalentes, ya que su función es generar un empuje a derrocar la maestría, para lo cual primero hay que identificarse (alienarse en él) y luego poder separarse a través de un paso fundamental: la autoafirmación, y la producción propia (originalidad).
La primera consigna entonces es: "el maestro es insuperable". Los "buenos alumnos" aceptarán esto de manera eterna, y harán culto de lo insuperable. Los "malos alumnos" simplemente cuestionarán esta consigna o mejor aún: se animarán a hacer una propuesta de cómo lo hubieran hecho ellos.
Superar al Maestro es el objetivo de la enseñanza. El Maestro que no quiere ser superado es solo un sujeto egoista y mediocre.