Hace unos días leía que "el perdón es algo curioso; calienta el corazón y enfría la picadura". "El perdón no nos viene fácil a la mayoría de nosotros y que cada vez que alguien nos lastima, quedamos con un sentimiento de herida, ira y venganza. Nos es muy difícil pasar por alto la herida que alguien nos ha infligido. Pero el perdón no es olvido, es simplemente soltar la herida. No es algo que damos a otros sino a nosotros mismos", decía el texto que leí.
Y es que perdonar es básico para poder disfrutar de una vida más plena, es entender que nosotros somos quienes dejamos que las situaciones o personas nos afecten, es analizar las razones por las cuales reaccionamos de determinado modo o bien nos compartamos groseros, soberbios, irritados con todas las demás personas en nuestro camino. Perdonar a los demás es básico, pero créame, perdonarnos a nosotros mismos nos ayuda a soltar, a viajar más livianos para que podamos seguir adelante en el camino adecuado y con menos obstáculos hacia nuestras metas, objetivos, proyectos de vida y laborales. Sin dejar de lado lo más importante: que aporta que seamos mejores personas y tengamos una vida más placentera.
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